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rigght|thumb|250px|Alfonso X de Castilla y su corte. El rey fue el máximo promotor de la literatura medieval en España.

En la literatura medieval española, la prosa se inició con la historiografía de anales y crónicas; posteriormente apareció el género didáctico o moralizante, y finalmente surge la ficción a mediados del siglo XIII con traducciones de recopilaciones de exempla, como el Calila e Dimna y el Libro de los engaños e los asayamientos de las mugeres, cuyos orígenes están en la cuentística de oriental hindú, persa y árabe.

En la época del rey Alfonso X el Sabio, la prosa narrativa evolucionará, beneficiándose del prestigio de las crónicas históricas, y se iniciará una prosa sapiencial de tipo científico, que pretendía compilar todo el saber de la época. La prosa se beneficiará enormemente del impulso bélico e ilustrado que propicia la candidatura de Alfonso X a la corona del Sacro Imperio. De fines del siglo XIII data la Gran conquista de Ultramar a comienzos del XIV el relato caballeresco del Zifar. Más adelante nació el género de las crónicas reales, cuyo exponente más destacado es la Crónica de Alfonso XI.

Parte de la crítica considera que La Celestina es la última novela de la prosa de la Edad Media, aunque se trata de una obra de transición a la literatura del Renacimiento y está concebida en el marco del género dramático.

La prosa hasta 1255

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right|thumb|245px|Página del Liber regum.

Como señala López Estrada, el comienzo de la prosa medieval viene impulsado por dos factores: el uso cada vez más creciente de la lengua vulgar en el verso y la necesidad, de orden práctico en un principio, de escribir fueros locales y documentos de poca trascendencia, que después revierte en el uso de la prosa vernácula.[1] Por ello, no es de extrañar que el contenido de las primeras obras prosísticas en romance se adscriban a la historiografía.[2]

La historiografía

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En la primera mitad del siglo XIII los casos de historias romanceadas son todavía excepcionales ya que el gran corpus histórico se escribe en latín, que era la lengua culta de la época.

Entre las primeras muestras destacaremos:

Como se puede ver, la zona central de la Península se adelanta al resto en la utilización de la prosa romance.[8] Las razones que pudieran explicar este hecho no están claras.[9] En Castilla, a mediados del XII, también encontramos textos en prosa y romance, como el Fuero de Avilés y otros documentos notariales y jurídicos, pero la mayoría de los expertos consideran que su importancia para la historia de la literatura es infinitamente menor que la de los dos casos citados.[10]

La literatura religiosa

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right|thumb|250px|Miniatura de la Biblia escurialense.

Su producción más importante en la primera mitad del siglo XIII es la constituida por los romanceamientos de la Biblia.[11] Estas vulgarizaciones acaban imponiéndose cuando el latín deja de ser comprensible; no obstante, esta divulgación traía como secuelas la libre interpretación y una mayor facilidad para caer en la herejía.[12] Estos romanceamientos son:

  • La Fazienda de Ultramar. Fue escrito durante el primer cuarto del siglo XIII.[13] El contenido itinerario geográfico que sigue el modelo de una guía de peregrinos a Tierra Santa. Se podría relacionar con los libros de viajes, si bien su recorrido esta tomado de otros itinerarios anteriores y no de un viaje real. El libro también incorpora una de las traducciones más tempranas de la Biblia a una lengua romance en la Península, concretamente se vierten libros históricos y proféticos del Antiguo Testamento, como el Pentateuco, el libro de Josué y el de los Jueces, aunque no de la versión Vulgata sino de una traducción distinta latina del texto hebreo realizada en el s. XII,[14] junto con algún episodio del Nuevo Testamento, fragmentos hagiográficos, y leyendas e incluso algún material procedente de la antigüedad clásica.
  • Las Biblias romanceadas. Es el nombre que reciben varios códices que se hallan en la Biblioteca del Escorial —por lo que son conocidas también como Biblias escurialenses— que contienen versiones de la Biblia en castellano y que suponen uno de los primeros ejemplos de literatura española en prosa, pues reflejan una traducción que en su versión más antigua data del siglo XII.[15] Podemos distinguir varias traducciones, la primera, que se encuentra en dos manuscritos de mediados del siglo XIII de contenido similar (Ms. I-j-6 y I-j-8 del Escorial), es la llamada Biblia prealfonsina o Biblia medieval romanceada y refleja una excelente traducción del siglo XII de la mayor parte de los libros la Vulgata que se sirve asimismo de los textos bíblicos en sus lenguas originales.[16] La segunda, de 1280, es conocida como Biblia alfonsina porque está incluida en la Grande e general estoria de Alfonso X el Sabio. Se trata de un resumen que parafrasea la totalidad de la Vulgata, ciñéndose solo a esta versión canónica latina.[17] Algunas de sus correcciones muestran que tuvo en cuenta la versión de la Biblia prealfonsina, que gozaría de gran prestigio. Hay más biblias romanceadas, que datan de los siglos XIV y XV. Algunas de ellas fueron elaboradas por los judíos para su uso.[18]

La literatura doctrinal

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Este género tiene su origen en las numerosas instrucciones para confesores en latín.[19] El que esta lengua se hiciera ininteligible para no pocos clérigos y la obligatoriedad de la confesión anual, dispuesta en el V Concilio lateranense, debió obligar a que se hicieran las correspondientes traducciones.[20] De entre éstas descuellan:

  • Los Diez mandamientos. Su nombre alude al más antiguo tratado de literatura doctrinal hispánico, escrito probablemente a principios del siglo XIII en lengua aragonesa en lo que se considera uno de los primeros testimonios de la escritura literaria en esta lengua. El texto contiene un catecismo destinado al uso de confesores, al modo de una guía sobre el sentido del Decálogo que señala el tipo de preguntas que se deben plantear al penitente.[21]
  • Disputa entre un cristiano y un judío. Es el más antiguo tratado de este tipo. Fue escrito en aragonés y sirve de guía para indicar al sacerdote las preguntas que debe hacer al penitente. Es interesante porque desvela aspectos de la vida cotidiana. Toma la forma de un debate, que fue escrito probablemente en la primera mitad del siglo XIII. El género de marras fue especialmente cultivado por los conversos, que conocían la argumentación aristotélica, que recoge tópicos que los cristianos argumentaban contra la comunidad hebrea.[22] Por tal razón, ya desde Américo Castro se ha considerado que el autor de este debate debió ser un judío converso. Sin embargo, Nicasio Salvador no excluye el que pudiera tratarse de un cristiano viejo. El texto, muy breve, se nos ha transmitido en estado fragmentario y se conserva un fragmento en el que se discute sobre la circuncisión, la observancia del sabat y la naturaleza de Dios. Aunque hay bastantes muestras del género tanto en la literatura latina medieval como en la vernácula, el texto castellano no parece tener relación con ninguna de ellas.[23]

La literatura sapiencial

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right|thumb|300px|Libro de los doce sabios.

La peculiar situación histórica de la Península ibérica —convivencia de tres culturas— hará que se conozcan muy tempranamente las colecciones de sentencias, de amplia popularidad en el mundo oriental, y que surjan aquí las primeras traducciones a una lengua occidental.[24] No es tarea fácil precisar la fecha en que se comienza esta labor traductora, pero hay una cierta unanimidad entre los estudiosos en localizarlas en torno a los reinados de Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio.[25] Ante el éxito que tuvieron estas traslaciones, surgieron un gran número de textos adscritos a este género que no parecen ser traducciones -directas, al menos- de ningún original árabe. A principios del siglo XIV la literatura sapiencial tanteó un nuevo camino con los Dichos de los santos padres, de Pero López de Baeza, que utiliza el esquema tradicional para introducir materiales cristianos.[26] Entre sus características se cuentan:

  • Suelen poseer un prólogo que sirve como aglutinante del conjunto.
  • El origen de estas sentencias normalmente está motivado por algún tópico del tipo «reunión de sabios», «viaje hasta las fuentes de la sabiduría» o la mención al «libro perdido y por fin hallado».
  • Por cuestiones mnemotécnicas, estas sentencias suelen adoptar la forma de proverbios, aunque a veces aparecen a lo largo de un pequeño diálogo o de una anécdota.
  • La sabiduría que pretenden transmitir estas colecciones es la aceptación voluntaria de lo inevitable.
  • No se atribuyen las sentencias a sabios determinados.
  • Muy pocas de ellas son bíblicas.

Ningún obstáculo hay, en principio, para que las mismas sentencias circulen en un contexto cristiano, árabe o judío. En las adaptaciones y nuevas compilaciones se percibe un mayor interés por los temas de gobierno, convirtiéndose —por tanto— en un speculum principis.[27]

Otras obras pertenecientes a este género son:

left|thumb|220px|Una versión siria del Sirr al-asrar contemporánea al Poridat de poridades castellano.

  • Flores de filosofía. Tratado didáctico en prosa, posiblemente de la segunda mitad del siglo XIII, que forma parte del género de la literatura sapiencial. Estrecho parentesco con este libro guarda el Libro del consejo e de los consejeros, del que aún no se ha dilucidado si es fuente de las Flores de filosofía o secuela. Posiblemente se compusiera como un espejo de príncipes. Es fundamental, asimismo, la dimensión cristiana y el propósito doctrinal, lo que se consiguió adaptando la moral de las fuentes árabes originales. Se puede considerar como una guía espiritual que asegure al hombre la salvación de su alma.[28]
  • Poridat de poridades. Escrito didáctico en prosa de mediados del siglo XIII que forma parte del género de la literatura sapiencial. Su contenido es fundamentalmente una colección de sentencias —atribuidas a las enseñanzas de Aristóteles a Alejandro Magno— traducidas directamente del libro de máximas árabe Sirr al-asrar, compilado en Siria por Yuhanna ibn al-Bitriq en el siglo IX.[29] La obra presenta la forma una larga carta que Aristóteles escribe a su discípulo Alejandro Magno para educarlo como hombre y como gobernante.[30][31]
  • Libro de los doce sabios. También llamado Tratado de la nobleza y lealtad —en castellano antiguo original El libro de los doze sabios o Tractado de la nobleza y lealtad— es una de las primeras obras de la prosa didáctica de la literatura medieval española. El libro es un tratado de «educación de príncipes» mandado componer, al parecer, por iniciativa de Fernando III el Santo hacia 1237 —según se nos cuenta en el Libro...— y al que se le añadió un prólogo en 1255, al comienzo del reinado de Alfonso X el Sabio.[32].
  • Libro de los buenos proverbios. Circulaba seguramente ya a mediados del siglo XIII, y que forma parte del género de la literatura sapiencial. Su contenido es fundamentalmente una colección de sentencias atribuidas a sabios griegos traducidas del libro de máximas árabe del siglo IX Kitab adab al-falasifa, compilado por Ishaq ibn Hunain —Joaniçio en las fuentes cristiana—, del siglo IX.[33] Las sentencias que recoge el libro, y que se atribuyen vagamente a nombres de prestigio, como Aristóteles, Platón o Sócrates, se presentan mediante un marco introductorio —técnica habitual en la literatura árabe— en el que con motivo de la celebración de uno de los grandes días festivos un sabio pronuncia un discurso ante un auditorio, que disfruta del aprendizaje de estos bocados de sabiduría a la vez que se deleita. La parte final del libro la ocupa un apócrifo intercambio epistolar entre Alejandro Magno y su madre.[34]

Orígenes de la prosa de ficción. El libro de cuentos

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right|thumb|210px|Manuscrito de Calila y Dimna.

Durante la Edad Media el título más usado y significativo de este grupo genérico fue el de exemplo o enxiemplo.[35] La enseñanza de éste procede de la semejanza y de la comparación, de manera que la obra ha de leerse entera para sacar de ella provecho y poderlo aplicar a los casos de la vida real.

Según Derek William Lomax, la evolución de las colecciones de exempla es la siguiente: comenzaron siendo libros de consulta escritos por clérigos para clérigos. Posteriormente, fueron adaptados por los clérigos para los seglares bien en forma de sermones, bien como lecturas piadosas. Finalmente, algunos seglares comienzan a escribir este tipo de obras para seglares —Don Juan Manuel y el Conde Lucanor—. Estas colecciones no presentaban los cuentos de forma aislada, sino formando un conjunto unitario.[36]

Las características de este género son:

  • Organización primitiva y desarrollo lineal de los argumentos por relación de causa-efecto hacia un fin determinado.[37]
  • El diálogo es escaso y secundario.[38]
  • Se escriben para un medio cortesano y testimonian la existencia de un público oyente —las menos veces, lector— de gente noble que está en condiciones de apreciar un grado más alto que el sencillo cuento folklórico.[39]
  • Suelen ser traducciones de obras orientales.[40]

left|thumb|200px|Página del Sendebar.

Algunas de las obras señeras que pertenecen a este estilo son:

  • Disciplina clericalis. A manera de diálogo, esta obra es una colección de exempla, o cuentos ejemplarizantes, escrita por Pedro Alfonso de Huesca a comienzos del siglo XII en latín. El ejemplario consta de un prólogo y treinta y tres ejemplos extraídos de fuentes cristianas, árabes y judías escritas y del folclore oral de estas tres culturas. La obra tuvo una gran repercusión en toda Europa e introdujo la cuentística oriental en el occidente cristiano.[41]
  • Calila y Dimna. Contiene ejemplos de caja china —cuando un personaje de la historia insertada cuenta un relato que a su vez contiene otro—, marco dialogado —una serie de frases al principio y al final de la fábula sirven para diferenciar el mundo real del narrado— y ensartado —encadenamiento de cuentos con un protagonista único—.[42]
  • Sendebar. Puede categorizarse como «novela marco».[43] Su título completo es Libro de los engaños e los asayamientos de las mugeres. Contiene una colección de cuentos árabes que a su vez proceden de la tradición cuentística persa o hindú. Lo transmite el códice manuscrito númera Española.[44]

Durante el reinado de Fernando III se inició una moda que favorecía el uso de la lengua vernácula en obras doctrinales, cuyo contenido se refiere a enseñanzas sobre la conducta humana y sus consecuencias morales, organizadas con un criterio elemental.

En algunos de estos libros, la materia didáctica se encierra en un marco general. A este tipo de textos pertenece la Historia de la donzella Teodor,[45] que cuenta con una amplísima tradición en la península. El origen del libro se encuentra en una de las narraciones de Las mil y una noches y se viene aceptando que pudo ser traducido del castellano al árabe en la segunda mitad del siglo XIII. Pese a que en su fuente la doctrina islámica es muy importante para el desarrollo de la historia, su peculiar organización formal —preguntas-respuestas— permite su fácil adecuación a nuevos contextos culturales. Como el Sendebar, esta obra encubre un proceso iniciático.[45]

Obra jurídica

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right|thumb|220px|Fuero real.

La producción jurídica alfonsina de este período está compuesta por tres obras:

  • El Fuero Real. Cuerpo de leyes del rey castellano Alfonso X el Sabio, redactado en 1254 e influido por el Liber Iudiciorum, que se convirtió en sus inicios en un fuero local otorgado a las ciudades de Aguilar de Campoo y Sahagún en 1255. También es llamado Fuero del Libro, Libro de los Concejos de Castilla y Fuero Castellano.[46]
  • El Setenario. Presenta una forma miscelánea. En la línea de un espejo de príncipes (speculum principis), el Setenario, probablemente proyectado por Fernando III el Santo, comenzó siendo esencialmente un libro de derecho canónico, cuya estructura refleja se ajusta la cifra mágica que era el número siete. Contiene además información de carácter enciclopédico sobre los sacramentos destinado al uso sacerdotal y variadas reflexiones acerca del culto a la naturaleza desde el punto de vista pagano. Debido a este carácter mixto la crítica ha dudado a la hora de establecer el género literario al que pertenece.[47]
  • El Espéculo. Su existencia está documentada en una mención que data de 1255. Esta obra sienta los fundamentos legales teóricos para sobre él construir un corpus jurídico argumentado. Posiblemente es también el punto de partida de las restantes obras jurídicas alfonsíes. Su redacción quedó incompleta, y gran parte de sus materiales pasaron a conformar su obra magna en el campo del Derecho, las Siete Partidas. Nunca llegó a promulgarse y las circunstancias de su composición no son claras. Es posible que fuera un borrador de una sección de las Siete Partidas, aunque algunos críticos argumentan que es una obra compuesta durante el reinado de Sancho IV o su hijo Fernando IV.[48]

Obras científicas

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left|thumb|310px|El Lapidario.

El concepto de «científico» es muy amplio en la Edad Media y no se ajusta en casi nada al moderno.[49]

Alfonso X alienta la conocida como Escuela de traductores de Toledo, integrada por intelectuales latinos, hebreos, e islámicos. El rey solía supervisar y a menudo intervenir con su propia escritura en la producción de la ingente obra literaria nacida en el taller de traductores.[50][51] Frutos de este apoyo regio son obras como:

  • Lapidario. Tratado médico y mágico acerca de las propiedades de las piedras en relación con la astronomía redactado hacia 1250 que se conserva en la Biblioteca del Escorial. Pudo ser traducido de nuevo, enmendado, añadido y reorganizado entre 1276 y 1279.[52]
  • Libro conplido en los judizios de las estrellas. Adaptación del tratado de Ibn ar-Rigal —Abenragel para los cristianos— traducido en 1254 por Yehuda ben Moshe. Conjuga, como es habitual en la época, la ciencia de la astronomía con la astrología. Se ocupa de los signos del zodíaco, de los planetas y sus cualidades, de los movimientos celestes y de su influencia en la vida humana.[53]
  • Tablas alfonsíes. Tablas astronómicas que contienen las posiciones exactas de los cuerpos celestes en Toledo desde el 1 de enero de 1252, año de la coronación del rey Alfonso, y que informan del movimiento de los respectivos cuerpos celestes. La influencia de estas Tablas llegó a Europa a través de una revisión francesa de comienzos del siglo XIV, cuyo uso llegó incluso hasta el Renacimiento. El objetivo de estas tablas era proporcionar un esquema de uso práctico para calcular la posición del Sol, la Luna y los planetas de acuerdo con el sistema de Ptolomeo. La teoría de referencia preveía movimientos según epiciclos y sus deferentes. Durante mucho tiempo fueron la base de todas las efemérides que se publicaron en España.[54]

La corte letrada de Alfonso X (1256-1284)

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thumb|right|150px|Alfonso X

Vista en su conjunto, la obra de este monarca posee un sutil carácter moral, ya que la concibe como un camino hacia la salvación del alma:[55]

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Al mismo tiempo, parece querer afirmar en sus lectores y oyentes —los miembros de la corte permanente— una cosmovisión ordenada que les valiese para la vida social y el establecimiento de una convivencia dentro de unas normas de justicia iguales para todo el reino.[56]

En 1256, una embajada de la ciudad-estado de Pisa ofrece a Alfonso X la corona del Sacro Imperio Romano Germánico. Como este honor era electivo, el rey castellano no ahorra esfuerzos y compromete todo su prestigio de monarca letrado y las finanzas del reino para hacerse con la dignidad imperial. Solo desde este punto de vista puede comprenderse el impulso bélico —«cruzada africana», conquista de El Puerto de Santa María, ataque de Orán— e ilustrado que propicia. Éste podría considerarse como el inicio de la prosa en castellano.

Libros sapienciales

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Se recogen en este apartado una serie de obras que se caracterizan porque los textos están formados fundamentalmente por sentencias, aunque no es raro que incluyan breves exempla.[57] Muchas de estas obras tienen la literatura árabe como fuente intermedia y la griega como original.[58] La mayor parte de estas traducciones hispanas están muy relacionadas entre sí bien porque comparten fuentes, bien porque se influyen.[59]

Destacaremos los siguientes tratados:

  • Libro de los cien capítulos. Colección de máximas morales organizadas de forma que sus receptores pudieran no solo entenderlas, sino utilizarlas en el día a día.[60] Con esta obra el rey Sabio pretendía que la nobleza abandonara sus actitudes soberbias y adoptara unos comportamientos cortesanos acordes con las posibilidades que ante él se abrían.[61]
  • Bocados de oro. Su contenido es fundamentalmente una colección de sentencias distribuidas en veinticuatro capítulos. Cada uno de ellos recoge los dichos atribuidos a un filósofo, excepto el veintitrés —cuyas sentencias se ponen en boca de diferentes pensadores— y el veinticuatro —cuyos apotegmas son anónimos—.[62]

left|thumb|320px|Historia de la doncella Teodor.

Las primeras «disputas» se habían plasmado por escrito a lo largo de la centuria anterior y en verso. Ahora asistimos a un nuevo género en el que personajes cuidadosamente seleccionados debatirán sobre temas cruciales ante un auditorio muy similar al que es receptor originario de la obra.[63]

  • Diálogo de Epicteto y el emperador Adriano. Al igual que otras obras de este mismo género y período, el origen del Diálogo entre Epitecto y el emperador Adriano es griego. Si bien en este caso la versión castellana proviene de una traducción latina (Adrianus et Epictetus) y no árabe.[64]
  • Historia de la donzella Teodor. Debate sobre temas variados de carácter sapiencial y doctrinal de la segunda mitad del siglo XIII. Aunque presenta un carácter de historia independiente, perteneció a la colección de Las mil y una noches, lo que corrobora el hecho de que se conserven dos manuscritos árabes españoles de la Historia de la doncella Teodor.[65]
  • Capítulo de Segundo filósofo. Se nos ha transmitido en dos ramas: la oriental —que amplifica el marco narrativo y el número de preguntas— y la occidental, que toma como base la traducción latina llevada a cabo por Willelmus, abad de St. Denis en el siglo XII. En la primera parte, se nos cuenta cómo Segundo es enviado a Atenas donde consigue el grado de maestro y aprende que no hay mujer casta. Vuelto a su patria de incógnito, pone a prueba a su madre, quien no la supera. Cuando aquélla conoce la verdad, muere. Segundo se impone guardar silencio toda su vida y regresa a Grecia. En la segunda, el emperador Adriano —conocedor de su sabiduría- lo manda llamar. Segundo acude, pero no por ello rompe su voto. El emperador pone a prueba la firmeza del filósofo fingiendo que lo va a matar, pero éste persiste en su mudez. Finalmente, admirado por su perseverancia, Adriano le pide que conteste a sus preguntas escribiendo en una tabla. La tercera parte es este particular diálogo, mezcla de voz y escritura.[66]

Obras legislativas

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Alfonso X llega al trono en el año de 1252, cuando el cuerpo legal del reino contenía normas provenientes de los últimos tiempos del Imperio romano, de los visigodos y otras que fueron establecidas durante la reconquista. Por eso, uno de los afanes del monarca fue ordenar este caos al tiempo que afianzaba el poder real y su autoridad. Para ello inicia una reforma legislativa inspirada en el Digesto de Justiniano, texto que era el principal estudio en las escuelas de leyes de Bolonia y el sur de Francia.

Siete Partidas

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Se trata de la obra más ambiciosa de Alfonso X en este ámbito. Compuesta entre 1256 y 1265, recoge los fundamentos teóricos de las anteriores obras legales y formula un código jurídico de carácter universal y general aplicación para el reino de Castilla que regula la vida de Castilla en todos los ámbitos, tanto religiosos como civiles.[67]

Esta base jurídica se prolongó durante siglos, y su influencia llega hasta nuestros días. Las Partidas no se fueron promulgadas en vida de Alfonso X, puesto que no llegó a componerse una edición definitiva. Se divide en siete partes: [[Archivo:Las Siete Partidas.jpg|thumb|right|370px|Alfonso X el Sabio y las Partidas.]]

  • Primera parte: Aborda la fundamentación del derecho y pasa a ocuparse esencialmente del derecho canónico.
  • Segunda: Trata acerca del gobierno y de las relaciones jurídicas entre señores y vasallos.
  • Tercera: Derecho procesal y derecho civil.
  • Cuarta: Derecho del matrimonio, de familias y linajes y de estados sociales.
  • Quinta: Derecho mercantil.
  • Sexta: Derecho testamentario y de herencia
  • Séptima: Derecho penal.

Los apartados en que se divide no suponen compartimentos estrictos. Se organiza además en títulos (182) y leyes (2479), estas encabezadas por un epígrafe que indica su contenido de manera más o menos aproximada.

Sus fuentes provienen del derecho anterior leonés (el Fuero juzgo), y de las obras jurídicas antes citadas del propio monarca, el Fuero real y muy probablemente el Espéculo. Para la «Primera partida» se refundió el Setenario, probable borrador de esta sección.

Del derecho romano tardío, influyó el Corpus Iuris Civilis de Justiniano y la legislación para la vida eclesiástica, fundamentalmente el Decreto de Graciano y las colecciones canónicas o Decretales.

No faltan entre sus fuentes las eclesiásticas, así como las enseñanzas de los exempla de la Disciplina clericalis del intelectual judeoconverso Pedro Alfonso de Huesca. También recogen Las Partidas material de obras de carácter sapiencial o de literatura gnómica, como los Bocados de oro.[68]

Desde el punto de vista literario, la prosa jurídica no dista demasiado de otros géneros medievales, e incluso influyeron poderosamente en su gestación, como es el caso del poema de debate.

Obras científicas

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  • El Libro del saber de astrología. De las tres recopilaciones científicas que Alfonso X ordenó componer entre 1276 y 1279, ésta es la única que nos ha llegado y de la que se dispone íntegro su texto original. Se trata de un grupo de tratados técnicos, excepto el primero que tiene un contenido descriptivo.[69]
  • El Libro de las formas et de las imágenes. De este tratado —que debió escribirse hacia 1277— solo se nos conserva el prólogo y el índice de los once capítulos que debían componerlo.[70]
  • El Libro de Picatrix. En torno a 1256, Alfonso X ordena traducir al castellano y al latín la Ghayat al-hakim, un tratado de magia talismánica, escrito doscientos años antes. Si bien la versión castellana hay que darla por perdida, la traslación latina (Liber Picatrix) se difundió por todo Occidente y alcanzó un notable éxito entre los siglos XV y XVIII.[71]

Obras históricas

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Alfonso X acomete esta tarea para exponer su pensamiento político y encontrar en el pasado razones que justifiquen tanto sus aspiraciones a la corona imperial como las relativas a construir un nuevo modelo político, constantemente rechazado por la nobleza.

La producción histórica alfonsina se caracteriza por su carencia de un sentido crítico básico; es decir, por la aceptación de las noticias suministradas por los libros sin que se efectuaran comprobaciones sobre lo que se contaba —como Gonzalo de Berceo— se concede a la «letra» la categoría de verdadero. Otra particularidad del género consiste en su concepción conscientemente literaria tanto en la elaboración como en su forma expositiva.

Al contrario de lo que se suele pensar, las dos producciones de este género (la Estoria de España y la General Estoria) debieron nacer a la par y, en ocasiones, compartir materiales.

También es idéntico en ambas el principio fundamental de organización: la linna o liña de sucesión del imperium. Dentro del marco general de ésta, los compiladores suelen inclinarse por el sistema analístico, el cual supone un grave inconveniente para la casación de fechos complejos. A fin de resolver esta dificultad, crean lo que denominaron estorias unadas: unidades narrativas autónomas que concentran en un momento histórico todo el saber vinculado a un suceso o a un personaje. Esta organización narrativa predomina en la General Estoria y la departida o analística en la Estoria de España.

Obra histórica

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Estoria de España

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250px|thumb|Manuscrito de la Estoria de España.La Estoria de España, conocida en la edición de Menéndez Pidal como Primera Crónica General, constituye la primera Historia de España extensa en romance. Su contenido alberga cronológicamente desde los orígenes bíblicos y legendarios de España hasta la inmediata historia de Castilla bajo Fernando III.

La obra tuvo dos redacciones. La primera comienza poco después de la llegada al trono del rey castellano (h. 1260) y concluye hacia 1274 y la segunda, llamada Versión crítica, fue elaborada entre 1282 y 1284, fecha de la muerte del monarca.[72]

En su primera redacción, la obra, completada en los primeros años de la década de 1270, constaba de cuatrocientos capítulos. Sin embargo, en 1272, el rey sabio emprende otro monumental proyecto, al que dedicará nuevas energías: la compilación de una historia de carácter universal titulada Grande e general estoria, lo que interrumpiría la redacción de la Estoria de España, ya que, además de tener que derivar hacia la nueva empresa una gran cantidad de recursos humanos,el concepto acumulativo y ab initio de la historiografía de la época hacía que los contenidos de la Estoria de España se solapaban en gran medida con los de la Historia Universal iniciada.

Sin embargo fue la Estoria de España la que se difundió, amplió, y sirvió de canon de la historiografía española hasta bien entrada la Edad Moderna. La versión definitiva aprobada por Alfonso X llegó hasta el capítulo 616. Así pues, las contradicciones de los últimos capítulos de la refundición hecha por Menéndez Pidal en su Primera Crónica General, no deben ser atribuidas a la voluntad del rey, sino a la utilización para esta parte por parte del erudito español de manuscritos tardíos e insatisfactorios.[73]

Para contar la historia de España, Alfonso X se remonta a los orígenes hallados en las fuentes bíblicas, a Moisés, para continuar utilizando mitos y leyendas de la historia antigua griega y latina. Según avanza el relato, aumenta la prolijidad en los detalles, sobre todo desde las invasiones germánicas hasta Fernando III, en que las fuentes más abundantes son crónicas y cantares de gesta peninsulares.

Pero las obras más importantes de las que bebe el texto alfonsí son las dos grandes crónicas latinas que proporcionaban el conocimiento más completo de la historia de España de aquel tiempo: el Chronicon mundi (1236), de Lucas de Tuy, obispo de Tuy, llamado «el Tudense», y De rebus Hispaniae (1243), de Rodrigo Ximénez de Rada, obispo de Toledo, conocido como «el Toledano». Además, la Estoria de España se sirvió de otras crónicas latinas medievales, la Biblia, la historiografía clásica latina, leyendas eclesiásticas, cantares de gesta en romance e historiadores árabes.[[Archivo:Grande e general estoria (códice del Escorial).jpg|250px|thumb|Manuscrito de la Grande e general estoria (códice del Escorial) de Alfonso X el Sabio.]]

Grande e general estoria

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La Grande e general estoria es una muy ambiciosa obra que aspira a ser una historia universal. La obra quedó incompleta ya que se interrumpe en la sexta parte. Su redacción fue emprendida, al parecer, poco después de 1272, cuando ya estaba muy avanzada la Estoria de España. Es posible que Alfonso X quisiera integrar esta en la General estoria, pero el resultado más inmediato es que el inicio de este otro gran empeño historiográfico retrasó y aun impidió concluir en su forma definitiva también el de la historia de España, debido a la gran cantidad de intelectuales que hubieron de ser derivados a este segunda magna empresa histórica.

Aunque tiene fuentes y características comunes a la Estoria de España, en este caso se primó el interés por los libros de historia de la Biblia y por los historiadores clásicos disponibles en el escritorio real, que eran aquellos que mantuvieron viva su vigencia en la tradición medieval, como Ovidio (del que se extraen fragmentos de su Metamorfosis) o el Pseudo-Calístenes que aportaba noticias de la vida de Alejandro Magno.

El propósito de la obra aparece en el siguiente texto:

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Del mismo modo que sucedía en la Estoria de España, el propósito perseguido es vincular su monarquía con la historia desde el origen de los tiempos hasta llegar a su reinado, puesto que Alfonso X el Sabio ambicionaba el título de emperador. Se trataba de una empresa política que perseguía situar a Castilla a la cabeza de los reinos cristianos peninsulares y para ello el monarca se dotaba de una adecuada justificación histórica.

La narración cortesana

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  • La Historia troyana polimétrica. Ha llegado acéfala y trunca al final, adopta la forma de prosimetrum[74] porque el contrapunto entre lo exterior (combates, discursos, digresiones narrativas) y la subjetividad de los personajes favorece la alternancia del verso y la prosa. Si el texto narrativo es bastante fiel al original galo, los versos -en cambio- son en su mayor parte originales ya que no traducen, sino que parafrasean de forma amplificada.[75]
  • La Romances de materia de la Antigüedad o Historia de Alexandre. Con este epígrafe se pretende dejar constancia de dos hechos que ocurren en la Castilla de mediados del siglo XIV, el resurgimiento paulatino del interés por la Antigüedad clásica y el empeño de reinventar unos argumentos para encajar en ellos preocupaciones de su presente o pautas de su pensamiento moral —tengamos en cuenta que para el hombre medieval la historia es un continuum sin fisuras que comienza con la creación y llega hasta sus días. Solo desde esta concepción, por ejemplo, es posible comprender que Alfonso X se sintiera heredero directo de los emperadores romanos—.[76]

Obra recreativa

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Entre estas obras de deporte o recreo de nobles, se encuentran un tratado de cetrería de Muhammad ibn allah al-Bayzar (llamado por los cristianos Moamín, halconero árabe del siglo IX), el Libro de los animales que caçan, y un libro sobre juegos de mesa que describe y enseña el ajedrez (aunque tenía reglas algo distintas al moderno), los dados y las tablas. Rasgos de estos dos últimos juegos han llegado también hasta hoy en el backgammon y el alquerque[77] respectivamente.

Libro de los juegos

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[[Archivo:Alfonso-LJ-27V.jpg|thumb|350px|Problema de ajedrez nº 35 del Libro de los juegos.]] Llamado también Libro del axedrez, dados e tablas, es el tratado de ajedrez más antiguo que se conserva en Europa y consta de 98 páginas ilustradas con numerosas miniaturas que muestran las posiciones de los juegos.

Es uno de los documentos más importantes para la investigación de los juegos de mesa. El único original conocido se encuentra en la biblioteca del Monasterio de El Escorial. Una copia de 1334 se conserva en la biblioteca de la Real Academia de la Historia.

Documenta el estado y las reglas del ajedrez medieval en la época en que se introduce en los reinos cristianos procedente del islam. El ajedrez del siglo XIII es distinto al moderno, surgido de la revolución que supuso el ajedrez a la rabiosa en el siglo XV y refleja Luis Ramírez de Lucena en su tratado de época renacentista Repetición de amores y arte de ajedrez (Salamanca, 1497). Básicamente se trataba de un juego más lento, con menos posibilidades de obtener una victoria por jaque mate y cuyos tratados didácticos (como el del rey sabio) daban mucha importancia a la resolución de imaginativos problemas ajedrecísticos.

La corte de Sancho IV (1284-1295)

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right|thumb|225px|Libro del tesoro.

La llegada de Sancho IV el Bravo al trono estuvo motivada, en parte, por el rechazo de un sector de la alta sociedad castellana a la política de Alfonso X y a su admiración por la cultura árabe y judía.[78] Por ello, el rey reaccionará contra estas tendencias, apoyado por su mujer, María de Molina. Esta actitud ortodoxa, acorde con el cristianismo y la moral conservadora se conoce como «molinismo», cuyos principios básicos son: anteponer a Dios sobre todas las cosas, esforzarse en terminar las buenas obras y guiarse por la razón —el «seso natural»—.[79]

La corte se convierte en asiento de un nuevo modelo cultural. Esto no significa que el entramado literario que había propiciado el Rey Sabio desaparezca, sino que se ajusta al marco ideológico con el que los nuevos monarcas quieren identificarse. Ahora, triunfará el cultivo de la razón —frente a la búsqueda del saber— y la defensa del cristianismo se realizará no solo en el campo de batalla, sino en los textos —Barlaam e Josafat o la Gran conquista de Ultramar, por ejemplo—.[80]

Ramón Menéndez Pidal calificó como «muy pobre y discutida» la actividad intelectual durante este reinado.[81] No obstante, a la luz de las nuevas investigaciones, debe replantearse esta afirmación. Así, el profesor Orduna propone la existencia de un grupo intelectual surgido en torno a la escuela catedralicia de Toledo, con un proyecto cultural y político bien definido y cuya acción y estímulo determinó la aparición de un importante conjunto de textos, los cuales hasta ahora han sido vistos como hitos aislados o inconexos. Incluso piensa que la producción de Don Juan Manuel —amigo del arcediano Ferrán Martínez, posible autor del Libro del cavallero Zifar[82] y el Libro de buen amor[83] podrían estar determinados por el programa cultural que elaboró la escuela catedralicia de Toledo. Por lo tanto, serían atribuibles a la corte del rey Sancho IV varias obras, clasificadas en:

Obras de carácter enciclopédico

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En esta categoría descuella el Libro del tesoro, traducción de Li Livres dou Tresor, enciclopedia compilada en Francia por Brunetto Latini entre 1260 y 1267 y después ampliada en Florencia (h. 1275). A España llega solo la primera versión, de la que se conservan trece manuscritos. Lo curioso es que en unos se cita como promotor de la traslación a Alfonso X y en otros a Sancho IV. Por lo que es posible que se hicieran dos traducciones de la misma obra.[84]

Obras doctrinales

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left|thumb|200px|Castigos de Sancho IV.

Continuando con la labor iniciada décadas atrás, los intelectuales de la época de Sancho IV emprenden la ejecución de varias obras con temática doctrinal, como:

  • Lucidario. Es una miscelánea enciclopédica de fines del siglo XIII que «ordenó» —textualmente— compilar en castellano Sancho IV de Castilla a partir de fuentes latinas. La obra se compone de 106 capítulos que tratan asuntos curiosos y variados sobre todo tipo de saberes, tanto teológicos como de historia natural, al modo en que era frecuente en la literatura medieval. Adopta la estructura oriental de respuestas de un maestro a preguntas de su discípulo.[85]
  • Castigos de Sancho IV. Es conocida incorrectamente como Castigos e documentos del rey don Sancho IV, es una obra en prosa en lengua castellana de finales del siglo XIII. Pertenece al género de los specula principis (espejo de príncipes), tratados que tenían como objeto diseñar la líneas de comportamiento de los príncipes para modelarlos como gobernantes ideales, estableciendo simultáneamente las bases de lo que debería ser un estado cristiano. Se trata, pues, de un ejemplo de literatura didáctica y moralizadora, típica del siglo XIII.[86]
  • Libro del consejo e de los consejeros. Atribuido a un cierto maestro Pedro, es un manual acerca de las relaciones que el rey debía mantener con sus consejeros en el que se retoman temas tratados en el Secreto de los secretos y la Segunda Partida. Está inspirado en el Liber consolationis et consilii de Albertano de Brescia.[87]

Obras historiográficas

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right|thumb|250px|Folio de la Gran conquista de Ultramar.

En contra de lo que pudiera pensarse, Sancho IV continúa la redacción de la Estoria de España, pero como medio de justificar los actos que lo han llevado al trono y de inculcar en la aristocracia un modelo de conducta caballeresca que la vincule a la corona.[88] Es la que se conoce como Versión amplificada de 1289, cuya mayor importancia radica en que modificará profundamente el género historiográfico, pues pone los cimientos para que se pase de una «crónica general» —es decir, texto que pretende registrar todos los hechos acontecidos en España— a una crónica real —esto es, el que ajusta su relato a los sucesos de un reinado concreto—.[89]

Obras de ficción

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De Fernando IV a Alfonso XI (1295-1350)

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[[Archivo:Alfonso XI de Castilla y León.jpg|right|thumb|220px|Retrato de Alfonso XI el Justiciero.]]

Con la muerte de Sancho IV, su mujer, María de Molina, queda relegada en la corte a un segundo plano.[95] Sin embargo, su papel será fundamental —primero como reina madre y después como reina abuela— a la hora de intentar mantener un orden social y político que dibujará los nuevos modelos de ficción.[96]

Historiografía

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Para los sucesores de Alfonso X la historia ya no es tanto una interpretación del pasado para sostener el presente, cuanto un marco en el que justificar sus comportamientos políticos.[97] Por tanto, no es raro que en el siglo XIV adquieran especial valor las crónicas reales y que en el XV aparezca las llamadas crónicas particulares.[98]

  • Derivaciones de la Estoria de España. Los cronistas de esta centuria prefirieron manejar los cuadernos de trabajo a los que, tras el parón de 1275, se había continuado allegando materiales. Surgen, así, dos proyectos muy distintos, pero animados por parecidos propósitos: la Crónica de veinte reyes y la Crónica de Castilla.[99]
  • Crónicas reales. Su principal objetivo era relatar las acciones emprendidas por los monarcas de la época, especialmente de la Corona de Castilla. El nacimiento de este nuevo género supuso, también, la aparición de un nuevo tipo de escritor: el cronista real; esto es, aquella persona designada por el monarca para que diera cuenta de sus fechos.[100]

La labor legislativa de Alfonso XI

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Desde que el monarca asume la mayoría de edad en 1325, tres serán las claves de su pensamiento político: la caballería como su modelo de corte; la recuperación de la trama historiográfica para comprender el presente y justificarlo y la restauración de un orden jurídico que lo convierta en el centro de una teoría y de una práctica legislativa.[101]

Esta restauración toma cuerpo en tres ordenamientos: el de Burgos (1338), el de Villa Real (1346) y el de Alcalá (1348). Sin duda es este último el texto descollante en este ámbito, heredero directo de las Siete Partidas de Alfonso el Sabio.[102]

La literatura para el entretenimiento cortesano

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Bajo este epígrafe se recoge los numerosos tratados de caza, de entre los que destacaremos el Libro de cetrería y Tratado de cetrería, relativos a temas cinegéticos, que tanto gustaban a los miembros de la corte del rey Sancho.[103]

El desarrollo de la ficción

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right|thumb|250px|El Livro del cavallero Zifar, primera relato de ficción extenso de la literatura española.

Conviene aclarar que, siguiendo al profesor Gómez Redondo, utilizaremos el término romance en este contexto para referirnos a las obras de ficción en prosa.[104]

  • Los romances de materia hagiográfica conocen en los años finales del siglo XIII y en las primeras décadas del XIV un gran desarrollo debido —sin duda— a la influencia de María de Molina. En este grupo destacan dos: la Estoria de Santa María Egiçiaca y El Cavallero Pláçidas.[105]
  • Libro del caballero Zifar. Es el primer relato de aventuras de ficción extenso de la prosa española[106] y fue compuesto hacia 1300. Presenta rasgos de la novela de caballerías y fue escrita probablemente por un tal Ferrand Martínez, clérigo de Toledo, que aparece en un cuento del prólogo.
  • Romances de materia caballeresca. Estas obras eran consideradas como universales espejos de príncipes y señores, por lo que su expansión fue europea y formó una intrincada red de obras, aunque de rasgos e intenciones comunes.[107]
  • Romances de materia carolingia. En el siglo XIV, aún bajo la influencia del pensamiento molinista, lo que importaba de la figura de Carlomagno era la posición que desempeñaba en el entramado político-moral de su corte. Se tejieron cuatro historias en torno al emperador: Flores y Blancaflor, Mainete, Cuento del enperador Carlos Maynes y Enrique, fi de Oliva.[108]
  • Romances de materia historiográfica. Destaca la Materia de Troya, que no solo alude a los hechos bélicos relativos a la Guerra de Troya, sino también a la historia, la política, la cultura, las costumbres y, de manera especial, la mitología de Grecia. Porque, de hecho, la materia troyana constituye una «materia de Grecia».[109]

La propaganda religiosa y la afirmación doctrinal

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El movimiento de renovación religiosa promovido por María de Molina no solo toma cuerpo en obras literarias como el Zifar, sino en tratados específicos que, a lo largo de la primera mitad del siglo XIV, comienzan a redactarse en castellano.[110] Buenos ejemplos de ello son el debate titulado Visión de Filiberto,[111] los Dichos de los Santos Padres de Pero López de Baeza[112] y el Tractado de la Asunçión de la Virgen María del infante Don Juan Manuel.[113]

Los tratados políticos

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  • La Glosa castellana al Regimiento de príncipes. Hacia 1344, Bernabé (obispo de Osma), ordenó trasladar la obra de Egidio Romano, De regimine principum, a Fray Juan García de Castrojeriz, de la Orden de los Frailes Menores, confesor de la reina María de Portugal y preceptor del príncipe Pedro.[114]
  • Avisaçión de la dignidad real. El contexto más probable para situarla sea el segundo cuarto del siglo XIV, cuando Alfonso XI ya había asumido la mayoría de edad. (La Avisaçión se compone de un prólogo y veintisiete capítulos. El prólogo trata sobre la dignidad de la corte.[115]
  • Tratado de la comunidad, versión abreviada del Communiloquium —manual de ayuda para los predicadores en el que se les facilitaba un variado repertorio de ejemplos con los que adoctrinar a los fieles según su categoría social, edad, sexo o circunstancias personales— de Juan de Gales. Se compone de dos partes: sobre el regimiento de la comunidad y el gobierno y sobre el regimiento del individuo.

El infante Don Juan Manuel (1282-1348)

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Aunque construya su obra a lo largo del siglo XIV, su concepción cultural hereda los modelos literarios alfonsinos, pero tamizados por los valores morales y religiosos de la corte de Sancho IV. No en vano, los inicios literarios de Don Juan Manuel —entre 1320 y 1325— siguen la senda fijada por su tío Alfonso X para la prosa literaria: historia (Crónica abreviada), disposiciones jurídicas para la caballería, su estamento (Libro del cavallero et del escudero) y entretenimiento.[116]

Producción historiográfica

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El estudio y aprendizaje de la historia es un pilar básico en el sistema de educativo expuesto en el Libro de los estados:

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Según el Prólogo general, sobre esta materia había escrito dos obras: «[...] et el otro, de la cronica abreui[a]da; et el otro, la cronica conplida [...]». De las que solo nos ha llegado la primera.[117]

La reflexión sobre la caballería

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right|thumb|205px|Don Juan Manuel.

En este epígrafe se incluyen dos textos:

  • Libro del cavallero et del escudero. Este libro se compone de un prólogo y cincuenta y un capítulos, de los que se han perdido desde el final del tercero hasta el principio del decimosexto. El prólogo tiene su importancia porque indica cómo ha compuesto la obra.[118]
  • Libro de los estados. Se redactó entre 1327 y 1332. Por lo que respecta a la estructura, es difícil de determinar por la heterogeneidad de los materiales compositivos y la desmañada capitulación, obra, quizá, de algún copista.

La prosa didáctica, doctrinal y de ficción

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Aquí se recogen las obras intituladas como:

  • Libro enfenido. Es una suerte de regimiento aristocrático de don Juan Manuel para su hijo y se presenta como una síntesis del Libro de los estados, al que remite a menudo para la explicación de temas que aquí solo se esbozan.[119]
  • Libro de las armas. En esta obra, Don Juan Manuel pretende demostrar la superioridad de su linaje.[119] Y el verbo «demostrar» es el más preciso, pues la clave de la obra se encuentra en el término «razón», que para Don Juan Manuel significa «razonamiento», «argumento», «prueba»; pero también —según la tradición tomista— organización literaria concreta con la que se logra la confirmación de algún hecho o pensamiento.[119]
  • Tractado de la Asunçión de la Virgen María. Se considera que es la última obra de Don Juan Manuel porque no aparece mencionada en su Prólogo general —escrito en 1342— y porque presenta rasgos propios de su última etapa: el infante es autor, narrador y personaje, acumula pruebas a fin de demostrar un argumento previo.[119]
  • Libro del conde Lucanor. Es la obra más conocida de Don Juan Manuel. En su mayor parte es un libro de exempla o cuentos moralizantes escrito entre 1330 y 1335 por el infante Don Juan Manuel. Está considerada la obra cumbre de la narrativa en prosa del siglo XIV de la literatura española.[119]

De Pedro I (1350-1369) a Juan I (1379-1390)

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right|thumb|200px|Libro del conocimiento.

La historiografía

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Si un género literario se ve afectado por los acontecimientos políticos, éste es la historiografía. Es por ello que nada se nos ha conservado de la propiciada por Pedro I de Castilla. durante su reinado.[120]

Para los sucesores de Alfonso X la historia ya no es tanto una interpretación del pasado para sostener el presente, cuanto un marco en el que justificar sus comportamientos políticos. Por tanto, no es raro que en el s. XIV adquieran especial valor las crónicas reales y con ellas la figura del Canciller Pero López de Ayala.[121]

Los libros de viajes

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En esta clasificación caben guías de peregrinación, recorridos de mercaderes, enciclopedias geográficas, relatos maravillosos y aventuras particulares. Las obras comparten rasgos como el itinerarium, que constituye la urdimbre o armazón del relato; la enumeración de lugares y costumbres se hace de forma cronológica, donde se le da mucha importancia al espacio; sobre todo a las ciudades; a identidad entre autor y narrador trae consigo el uso de la primera persona y la imitación de unos mismos recursos.[122]

Los textos más destacados de este género son:

  • Libro del conosçimiento. Manual geográfico y armorial anónimo castellano de finales del siglo XIV (post 1385) que, bajo la apariencia de un viaje autobiográfico, contiene un itinerario con información sobre el mundo conocido entonces, sus gobernantes y sus escudos de armas.[123]
  • Libro de las maravillas del mundo. Junto con el Libro de las maravillas de Marco Polo, cuyo título y diversas estrategias de novelización toma prestados, es, sin duda, el texto de este género más difundido en la Europa medieval. El viaje de Mandeville combina la forma de peregrinación con la adición de dos tipos de materia fabulosa: las de las leyendas devotas y buena cantidad de monstruos de tradición pliniana.[123]
  • Visión de don Túngano. Viaje alegórico redactado en torno a 1140 por un monje irlandés, se convirtió en una de las obras paradigmáticas de las visiones apocalípticas. Los testimonios peninsulares de este libro son bastantes, ya que se conservan traducciones al portugués, catalán y aragonés.[123]
  • Purgatorio de San Patricio. Como la anterior composición, es un viaje alegórico. Es un relato sumamente divulgado, pues en gran número de manuscritos aparecen versiones latinas de la narración. Así, se recoge en las Flores historiarum de Rogelio de Wendover, en la Leyenda áurea, en el Speculum historiale de Vicente de Beauvais.[124]

La hagiografía

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[[Archivo:Saint pelagia.jpg|left|thumb|210px|La vida de Santa Pelagia.]]

  • La Legenda aurea (Leyenda dorada) es una colección de vidas de santos redactada en latín por Santiago de la Vorágine en torno a 1264. Su difusión fue extraordinaria y se convirtió en la obra de referencia del género hagiográfico. Aunque no se ha conservado ninguna traducción completa en castellano, parece ser que hubo dos dos grandes núcleos textuales, denominados por los especialistas como «Compilación A» —formada en la primera mitad del siglo XIV— y «Compilación B», que mostraba más libertad con respecto al texto original y, en consecuencia, podía admitir la incorporación y exclusión de vitae o desarrollarlas con otro tratamiento narrativo.[124]
  • La Leyenda de San Amaro. Dos testimonios medievales sobreviven de este relato, ajeno a las grandes compilaciones hagiográficas: uno portugués y otro castellano, entre los que no hay relaciones textuales.[124]
  • La Vida de San Alejo. Poema hagiográfico de 625 versos compuesto a principios del siglo XI. En él, Alexis, hijo de un conde romano, acepta el matrimonio que le impone su padre. Sin embargo, huye el mismo día de la boda para dedicarse a la religión. Llega hasta Siria donde, tras repartir todo su dinero entre los pobres, se convierte en mendicante durante diecisiete años, transcurridos los cuales regresa a Roma donde permanece otros diecisiete años de incógnito, en la casa paterna, oculto bajo una escalera. Cuando muere, su cuerpo es hallado junto a un pergamino en el que cuenta su vida.[124]
  • La Vida de Santa Pelagia. Está emparentado con el mester de clerecía. El texto es similar a la Estoria de Santa María Egiçiaca, que narra la vida de Pelagia de Antioquía, asceta cristiana del siglo V.[125]

La cuentística y la literatura sapiencial

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La cuentística sufre, en esta segunda mitad del siglo, una curiosa evolución: apenas hay género literario que no incluya exempla en muchas de sus manifestaciones, pero no se realizan colecciones concretas. A excepción del Libro de los gatos y de los Enxemplos que pertenesçen al Viridario.[126]

Enrique III (1390-1406)

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right|thumb|250px|Manuscrito de la Embajada a Tamorlán.

No fue fácil el reinado de Enrique III el Doliente, motejado así por sus achaques. Además de a la crisis económica, tuvo que enfrentarse al problema religioso, en dos frentes: antisemitismo y el Cisma de Occidente. También enfrentó dificultades políticas, motivadas por la ambición de la nobleza.[127]

La historiografía

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Como ya hemos visto, el advenimiento de los Trastámaras propició el desarrollo de las crónicas reales como forma de explicar el presente y dotarlo de un entramado ideológico propio.[128] La consecuencia lógica de esta reducción del punto de vista historiográfico será la aparición de las crónicas particulares: biografías de personas que querrán dejar en el tiempo su huella a fin de justificar unas determinadas acciones.[128]

Por lo tanto, el siglo XV no es el mejor momento de las crónicas generales. Aunque hay algunas reseñables:

  • Crónica de 1404. Es la más original. Su aporte más significativo consiste en la atención que presta a la materia caballeresca, sobre todo a los episodios artúricos.[128]
  • Cuento de los reyes. Es un breve sumario centrado en el reinado de Pedro I y los primeros años de su hermanastro como rey de Castilla. Está inserto en El Victorial de Díaz de Games, quien lo atribuye al abuelo de Pero Niño.[128]
  • El Sumario del Despensero de la reina doña Leonor es la mejor muestra del género. El autor crea una nueva estructura historiográfica en la que mezcla elementos de las crónicas reales (las biografía de los monarcas como soportes temporales) con otros de la cronística general.[128]

Las relaciones de viajes

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La Embajada a Tamorlán es el libro de viajes más conocido de la época. Escrito en 1406[129] por Ruy González de Clavijo, su contenido es una relación completa y minuciosa de la embajada que este autor realizó, junto con el dominico Alfonso Páez de Santamaría a Samarcanda ante el rey Tamerlán por decisión diplomática del rey Enrique III de Castilla.[130]

Juan II (1406-1454)

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La literatura de este periodo es, en buena parte, consecuencia de los enfrentamientos de tres círculos de poder:

  • El aragonesista constituido en torno a la figura de Fernando de Antequera, tío de Juan II, y sus descendientes.
  • El nobiliario.
  • El regalista, representado tanto por Álvaro de Luna, si bien que cada uno con una concepción diferente de la monarquía.

La historiografía

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El orden cultural de la nobleza

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Mucho se ha discutido sobre el posible prehumanismo hispánico. Sin embargo, éste no es posible por varias razones:

  • Ignorancia de las lenguas clásicas por quienes pudieron protagonizarlo, excepto Villena.
  • Inexistencia de un público que recibiera las producciones.
  • No olvidemos que las concepciones humanísticas entran en la Península a través de Aragón y que la corte castellana está cada vez más alejada de aquélla.

Sí se crearán círculos literarios y talleres de producción libresca que dependerán por entero de la curiosidad y diligencia de quien los promueva.

El orden cultural de la realeza

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Pocos reyes ha habido tan inhábiles en el ejercicio de la política y tan atentos a la promoción y traducción de obras como Juan II. Así lo describe Fernán Pérez de Guzmán en sus Generaciones y semblanzas:

Plaziale oyr los omes auisados e graçiosos e notaua mucho lo que dellos oya, sabia fablar [e] entender latin, leya muy bien, plazianle muchos libros e estorias, oya muy de grado los dizires rimados e conoçia los viçios dellos, auia grant plazer en oyr palabras alegres e bien apuntadas, e aun el mesmo las sabia bien dizir. Usaua mucho la caça e el monte e entendía bien toda la arte dello. Sabia del l´arte de la música, cantaua e tañia bien, e aun en el justar e juegos de cañas se auia bien. Pero como quier que de todas estas graçias ouiese razonable parte, de aquellas que verdaderamente son virtudes e que a todo ome, e prinçipalmente a los reyes, son nesçesarias, fue muy defetuoso.

Aunque no hay que olvidar que contó con una cancillería gobernada por la familia Santa María y con un consejo formado por doctores y religiosos instruidos, a quienes encargó tratados de muy diferentes disciplinas.

  • Pablo García de Santa María. Su producción vernácula está vinculada a sus cargos -Canciller Mayor y educador de Juan II-, de donde debe provenir su interés por la historiografía. Su obra más conocida es Las siete edades del mundo, compendio de historia universal y nacional en 339 estrofas de arte mayor y redactado en torno a 1418 - 1426. Hacia 1460 se realizó una refundición que va acompañada de una prolija glosa en prosa. Esta refundición prolonga el relato historiográfico original y añade una gran cantidad de retoques y correcciones al texto que, por lo general, no afectan a su contenido.
  • Álvar García de Santa María, hermano del anterior, fue el encargado de continuar el registro de la crónica real, interrumpido a la muerte de Pero López de Ayala. Desempeñó esta tarea hasta 1434, año en el que -afirma Fernán Pérez de Guzmán en el prólogo a sus Generaciones y semblanzas- la estoria le fue tomada e pasada a otra manos e, segund las ambiçiones desordenadas que en este tiempo ay, razonablemente se deue temer que la coronica non este en aquella pureza e sinpliçidad que la el hordeno (...).
  • Alfonso de Cartagena.
  • Alfonso Fernández de Madrigal, el Tostado.
  • Alfonso Martínez de Toledo.
  • Diego de Valera

Los tratados enciclopédicos

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Sin alcanzar el desarrollo de la corte alfonsí, entre 1430 y 1450 se vuelve a promover por iniciativa regia este tipo de textos. Seguramente, el fruto más granado de este impulso sea la Visión deleytable del bachiller Alfonso de la Torre.

El desarrollo de la cuentística

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Aunque este género va a quedar alejado de la literatura cortesana y de la ficción, esto no supone su decadencia ya que adquirirán una orientación básicamente religiosa, lo que propiciará la formación de colecciones y su pervivencia. Las principales compilaciones de este periodo son:

Los nuevos desarrollos de la ficción

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La ficción necesita, ante todo, un público que se vea reflejado en ella. Por eso, la transformación de éste o el planteamiento de nuevos problemas hace que una obra se transforme (así ocurrió, por ejemplo, con el Libro del caballero Zifar, en el que la concepción de la tercera parte es muy distinta a de la primera) o que los discursos narrativos cambien.

Hasta ahora, el amor ha jugado un papel importante en los textos medievales, pero no ha sido preponderante. En esta centuria el público de los romances exige que se le preste una atención mayor. Pero antes de que esto ocurra se debe crear la "realidad sentimental". Si tuviéramos que poner fechas a la "invención", serían la de los años 1428 a 1441 pues en ellos se compila el Cancionero de Baena, cuyo prólogo define al cortesano como poeta y amador, se redacta una tratadística que reflexiona sobre el amor y la importancia que se le debe conceder a las mujeres en este marco y se traduce y glosa textos relacionados con el tema.

Los tratados de amor y pedagogía

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Antes de que el amor entre en la ficción hubo todo un entramado de reflexiones teóricas, surgidas en los claustros universitarios y posteriormente trasladadas a la corte. A ellos dedicamos este epígrafe.

Uno de los primeros cauces en la formación de la ideología sentimental es el Breviloquio de amor y de amiçiçia de Alfonso Fernández de Madrigal.

Tratado de cómo al hombre es necesario amar.

Tratado de amor atribuido a Juan de Mena.

La tradición literaria de la ficción sentimental

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Junto a los tratados antes vistos, una serie de textos van creando un nuevo público que será el receptor perfecto de la ficción sentimental.

Señalemos, en primer lugar, el Cancionero de Baena, cuyo prólogo dibuja ya un cortesano nuevo. Éste, además de leer estorias y solazarse con los ocios de siempre, debe aprender y practicar un arte nuevo: la poetrya e gaya çiençia, reservado a quien sea de muy altas e sotiles inuençiones, e de muy eleuada e pura discreçion, e de muy sano e derecho juysio, e tal que aya visto e oydo e leydo muchos e diuerssos libros e escripturas e sepa de todos lenguajes, e avn que aya cursado cortes de rreyes e con grandes señores, e que aya visto e platicado muchos fechos del mundo, e, finalmente, que sea noble fydalgo e cortes e mesurado e gentil e graçioso e polido e donoso e que tenga miel e açucar e sal e ayre e donayre en su rrasonar, e otrosy que sea amador, e que siempre se preçie e se finja de ser enamorado; porque es opynion de muchos sabyos, que todo omme que sea enamorado, conuiene a saber, que ame a quien deue e como deue e donde deue, afirman e dicen qu´el tal de todas buenas dotrinas es doctado. (Cancionero de Juan Alfonso de Baena. Edición crítica por José María Azaceta. Tomo I. Madrid, CSIC, 1966, pp. 14 y 15).

También era importante que las fábulas de la Antigüedad fueran vistas como algo útil y para ello interpretarlas de forma alegórica es fundamental. Aunque la técnica no es nueva (ya la usó Alfonso X), debemos reconocer que algo está pasando cuando, por la misma época, Enrique de Villena escribe Los doce trabajos de Hércules, se traduce por petición expresa de algún cortesano la Genealogiae deorum de Boccaccio o el Tostado redacta Las diez qüestiones vulgares.

La definición de la mujer

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La novela sentimental hará de la mujer su elemento central. Antes de que esto ocurra, una serie de textos examinarán las distintas facetas de la condición femenina. Los más importantes son:

Las transformaciones de la materia caballeresca

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Así como impulsó la tratadística sobre la mujer (y no olvidemos que fue autor de una de las obras más importantes del género: Libro de las claras e virtuosas mugeres), don Álvaro de Luna también promovió el desarrollo de la ideología caballeresca. Estas nuevas orientaciones llegan a la historiografía, que ahora se interesará por los modelos narrativos de la ficción; es decir, ya no se trata de que las crónicas recojan informaciones provenientes de géneros literarios, sino que adopta las técnicas propias del romance.

El más importante ejemplo de todo esto es la Crónica sarracina de Pedro de Corral.

Enrique IV (1454-1474)

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El reinado de Enrique IV el Impotente tampoco fue fácil. A los problemas que ya tuvo su padre con la nobleza y por causa de los validos, hay que añadir el de la cuestión sucesoria: ante las dudas sobre la paternidad de su hija Juana la Beltraneja —atribuida al favorito real Beltrán de la Cueva—, se vio obligado a nombrar como sucesor a su medio hermano Alfonso de Trastámara, quien fue proclamado rey (Alfonso XII) en la Farsa de Ávila.[131] Pero el infante murió en 1468, mas no su muerte no resuelve la cuestión ya que los partidarios del infante apoyarán ahora a Isabel, hermana de Alfonso, quien será reconocida como heredera mediante el tratado de los Toros de Guisando. Sin embargo, su concepción de la monarquía hace que sus aliados la abandonen y pasen a defender la candidatura de su sobrina Juana. Finalmente, los tratados de Alcaçovas (1479) dejarán a Isabel como única pretendiente al trono y reina de Castilla, por la muerte de su hermano en 1474.[132]

La literatura de la época se caracteriza por el auge de las crónicas y los relatos de viajes alegóricos. Se incluye ahora en la literatura española un nuevo género: el tratado político. La ficción sentimental y las obras religiosas y hagiográficas no prosperarán como antaño lo hicieron, pero seguirán escribiéndose libros de dichos géneros.

Tratadistas políticos

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right|thumb|200px|Compendiosa historia hispánica, obra de Alfonso de Palencia.

  • Rodrigo Sánchez de Arévalo. Escribió una copiosa obra latina, particularmente sobre derecho canónico y política. El De arte, disciplina et modo aliendi et erudiendi filios, pueros et juvenes o «Tratado sobre técnica, método y manera de criar a los hijos, niños y jóvenes» (1453) es el primer manual de pedagogía que se realiza en España en los albores de el Renacimiento; de él se sirvió abundantemente Antonio de Nebrija cuando compuso su tratado sobre la educación; sin embargo, al contrario que sus modelos humanísticos latinos, no reserva ningún papel a la formación literaria y no le confiere valor pedagógico, lo que debe imputarse a un voluntario distanciamiento de la época anterior, el reinado de Juan II, caracterizado por su amor a las letras. En De remediis aflictae Ecclesiae se propone fortalecer la autoridad del Papa frente al movimiento conciliarista y señalar remedios a los males que sufre la iglesia... y entre ellos aparece en un lugar destacado la lectura de libros paganos. La literatura sagrada ha de primar, pues, sobre la pagana.
  • Alfonso de Palencia. La principal obra de Alfonso de Palencia es la monumental Gesta Hispaniensia ex annalibus suorum diebus colligentis, llamada habitualmente Décadas por estar dividida en décadas al estilo de Tito Livio. Esta crónica cubre los acontecimientos desde finales del reinado de Juan II hasta 1481, incluyendo el reinado de Enrique IV, su enfrentamiento con los partidarios de su medio hermano Alfonso, el conflicto por la sucesión de Enrique IV, la subsiguiente guerra civil y la consolidación de los Reyes Católicos en el trono tras la firma de la paz.[133]

Escritores religiosos

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  • Teresa de Cartagena. La escritura de sus libros Arboleda de los enfermos y Admiraçión Operum Dey se debe, en buena medida, a la sordomudez que afectó a la autora a partir de 1453 o 1459. Está considerada como la primera escritora mística en español y el último de sus libros está considerado por algunos autores como el primer texto feminista escrito por una mujer española.
  • Diego Rodríguez de Almela. Redactó la Compilación de los milagros de Santiago, descubierta y editada modernamente por Torres Fontes e, instado por el arcediano de Valpuesta Juan Manrique, un Valerio de las historias escolásticas de España (1462), imitación de Valerio Máximo en nueve libros que ofrece epígrafes morales con ejemplos históricos bíblicos o nacionales; se imprimió en Murcia en 1487 y fue durante largo tiempo muy reimpreso y mal atribuido a Fernán Pérez de Guzmán. Escribió además un Tratado que se llama compilación de las batallas campales.

La ficción sentimental

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La obra cumbre de este género en el reinado de Enrique IV es la Triste deleytación. Se desconoce el autor de esta obra, que por primera vez se separa de los cánones tradicionales hasta entonces. Señala Deyermond que está influenciado de las novelas caballerescas italianas y de los cancioneros. La protagonizan dos parejas de amantes, en la que las mujeres intentan vengarse de los hombres por reprimir sus deseos. En fin, es una obra cumbre de la ficción sentimental.[134]

Los libros de viajes

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Los viajes al extranjero no son raros bajo los Trastámaras. Recuérdese, por ejemplo, la Embajada a Tamorlán de Ruy González de Clavijo, a Alfonso de Cartagena, delegado español en el Concilio de Basilea entre 1434 y 1439, o a Diego de Valera, quien completara su formación caballeresca en diferentes cortes europeas. Un nuevo cronista de viajes aparece bajo Enrique IV: Pero Tafur.[134]

Los Reyes Católicos (1474-1504)

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La novela sentimental

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Introducción.

Diego de San Pedro.

Juan de Flores.

Los libros de caballerías

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Los que tratan de hazañas de caballeros andantes, ficciones gustosas y artificiosas de mucho entretenimiento y poco provecho, como los libros de Amadís, de don Galaor, del Caballero de Febo y de los demás. Así define Sebastián de Cobarruvias en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611) los libros de caballerías.

La historiografía

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Según Robert B. Tate (Ensayos sobre la historiografía peninsular en el siglo XV. Madrid, Gredos, 1970, p. 209), (...) hay diversos factores que distinguen la historiografía de esta época con la de los reinados precedentes. En primer lugar, la Corona da muestras de un interés creciente por la historia, tanto en romance como en latín (...). En segundo lugar, se nombran historiadores que no son, como era costumbre, secretarios reales, sino personas cualificadas por haber recibido formación académica, preferiblemente en el extranjero. (...) En tercer lugar, se encarga a estos historiadores tanto la preparación de obras, principalmente en latín, como la traducción de las crónicas vernáculas a esta lengua. Todo esto apunta a un cambio de enfoque que puede ponerse en conexión con la práctica en otros países europeos. (...) Parece claro que los Reyes Católicos, particularmente Fernando, (...) deseaban publicar en el extranjero la historia de su país. Esperaban disipar de esta manera la leyenda de una España bárbara y acrecentar su propia reputación como monarcas ilustrados y cultos.

Las colecciones de exempla

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Los libros de viajes

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El Viaje de la Tierra Sancta de Bernardo de Breidenbach.

La reflexión sobre la nobleza

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El Nobiliario vero de Ferrán (o Ferrand o Fernán o Hernán) Mexía.

  1. López Estrada, pág. 125.
  2. López Estrada, pág. 126.
  3. Deyermond, págs. 149-150.
  4. Antonio Ubieto Arteta, Historia de Aragón. Vol. II. Literatura medieval I, Zaragoza, Anubar, 1981, págs. 36-37. ISBN 84-7013-186-9.
  5. Derek W. Lomax, Rodrigo Jiménez de Rada como historiador, Actas del Quinto Congreso Internacional de Hispanistas, 1977.
  6. Deyermond, pág. 332.
  7. Voz «Liber regum» en la Gran Enciclopedia Aragonesa On-Line. [Consulta: 16.03.2009].
  8. Inés Fernández Ordóñez, De la historiografía fernandina a la alfonsí, Universidad Autónoma de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras.
  9. Fernández Ordóñez, op. cit, pág. 5.
  10. López Estrada, pág. 128.
  11. López Estrada, pág. 130.
  12. Gemma Avenoza y Andrés Enrique Arias, «Bibliografía sobre las Biblias romanceadas castellanas medievales», Cuaderno Bibliográfico nº 28. Boletín Bibliográfico de la AHLM, 19. 2005.
  13. Según Lapesa y Bustos Tovar, hacia 1220. Cfr. María Jesús Lacarra y Francisco López Estrada, Orígenes de la prosa, Madrid, Júcar, 1993. Deyermond asevera que su sintaxis se halla próxima a las obras de mediados del siglo XIII, y no a los anales y cronicones romances de fines del XII, y hace notar que «El texto que conservamos de la Fazienda es con seguridad del siglo XIII». Cfr. Alan D. Deyermond, Historia de la literatura española, vol. 1: La Edad Media, Barcelona, Ariel, 2001 (1ª ed. 1973), págs. 148 y 149. ISBN 843448305X
  14. Alan D. Deyermond, op. cit., pág. 149.
  15. Américo Castro, Agustín Millares Carlo y Angel José Battistessa, Biblia medieval romanceada según los manuscritos escurialenses I-j-3, I-j-8 y I-j-6, Buenos Aires, J. Peuser, 1927. (Edición parcial). Шаблон:OCLC.
  16. Deyermond, pág. 174.
  17. Deyermond, pág. 175.
  18. Informe sobre las biblias romanceadas en la Enciclopedia GER. [Consulta: 16.03.2009].
  19. Francisco López Estrada, La prosa medieval (orígenes‑siglo XIV), La Muralla, Madrid, 1974. ISBN 8471330792.
  20. López Estrada, pág. 131.
  21. Enzo Franchini, Los debates literarios en la Edad Media, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2001, págs. 81-94. ISBN 84-8483-019-5.
  22. Franchini op. cit, págs. 81-94.
  23. Franchini op. cit, págs. 227-228.
  24. Federico Bravo, «Arte de enseñar, arte de contar: en torno al exemplum medieval», La Enseñanza en la Edad Media, 2000, págs. 303-328. ISBN 84-89362-80-7.
  25. Deyermond, págs. 181-184.
  26. SpanishArts.com, De Sancho IV a López de Ayala: la época de Don Juan Manuel. [Consulta: 17.03.2009].
  27. María Jesús Lacarra, Cuento y novela corta en España, 1. Edad Media, Barcelona, Crítica, 1999 (Páginas de Biblioteca Clásica, 1, dir. por Francisco Rico). ISBN 84-7423-907-9.
  28. Gómez Redondo (1998), pág. 269.
  29. María Isabel García-Monge Carretero, «Lo que se ha de notar en los que combaten como forma castellana de El vencedor y el vencido», págs 6-9 de la versión en línea. Pub. en Cuadernos de Filología Hispánica, nº 15, Universidad Complutense de Madrid, 1997, págs. 219-227.
  30. Se trata de un libro de naturaleza sapiencial que toma la forma de un «espejo de príncipes» y que supone una summa del conocimiento humano entendido —como lo era en la Edad Media—, como un saber completo y acabado.
  31. José Damián Roig Berenguer, «Sirr al-asrâr historia de un pseudo-Aristóteles árabe», Memoria de investigación, 1999.
  32. Gustavo Bueno Sánchez, «El códice Oviedo del Libro de los doce sabios (noticia de un 'nuevo' manuscrito)», El Basilisco, 2ª época, nº 14, 1993, páginas 91-96.
  33. Lacarra, op. cit., pág. 49.
  34. Lacarra, op. cit., pág. 53.
  35. López Estrada, pág. 116.
  36. Alan Deyermond, «Introducción», Libro del Conde Lucanor, Madrid, Alhambra, 1985, págs. 3-49. ISBN 0-916379-15-9.
  37. Gómez Redondo (1999), pág. 344.
  38. Gómez Redondo (1999), pág. 345.
  39. Gómez Redondo (1999), pág. 346.
  40. Gómez Redondo (1999), pág. 350.
  41. María Jesús Lacarra, «Pedro Alfonso, puente entre oriente y occidente», en Aragón en el mundo, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1988, págs. 73-82. ISBN 84-505-7333-5.
  42. María Jesús Lacarra, op. cit., págs. 56-59.
  43. Conjunto narrativo compuesto por dos partes diferentes pero que guardan entre sí un vínculo fundamental: la narración principal y los cuentos narrados por distintos personajes. El Calila y Dimna también tiene ejemplos de esta manera de hilar los relatos. De ello se infiere la inexistencia del dominio de una sola de las mencionadas técnicas de narración sobre las otras, al tiempo que se puede identificar el sincretismo habido en la literatura de la época.
  44. Deyermond, págs. 178-180.
  45. 45,0 45,1 López Estrada, pág. 118.
  46. Alfonso García Gallo, «Nuevas observaciones sobre la obra legislativa de Alfonso X», en Anuario de Historia del Derecho español, núm. 46, 1970, págs. 509-570.
  47. López Estrada, pág. 120.
  48. Deyermond, pág. 168.
  49. Deyermond, pág. 166.
  50. Historia de la escuela de traductores de Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha. [Consulta: 21.03.2009].
  51. Relación de las personas que trabajaron en ella para el monarca castellano. [Consulta: 21.03.2009].
  52. "El Libro de la ochava esphera, el Libro de la alcora, el Libro de la açafeha, el Lapidario fueron «transladados» una primera vez en los años 1250-1259 y traducidos de nuevo, «emendados» cuando no «capitulados» entre 1276 y 1279", Georges Martin, «Los intelectuales y la Corona: la obra histórica y literaria», en Manuel Rodríguez Llopis (dir.), Alfonso X y su época, Murcia, Carroggio, 2002, págs. 259-285.
  53. Deyermond, págs. 165-166.
  54. Deyermond, pág. 164.
  55. Deyermond, pág. 159.
  56. Deyermond, pág. 154.
  57. Deyermond, pág. 181.
  58. Deyermond, pág. 182.
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  62. Francisco Rodríguez Adrados, Modelos griegos de la sabiduría castellana y europea, Madrid, RAE, 2001. ISBN 84-88272-15-5.
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  65. Rodríguez Adrados, op. cit.
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  69. Gómez Redondo (1998), pág. 624.
  70. Gómez Redondo (1998), pág. 624.
  71. Deyermond, pág. 114.
  72. Inés Fernández-Ordóñez, «El taller historiográfico alfonsí. La Estoria de España y la General estoria en el marco de las obras promovidas por Alfonso el Sabio.», pág. 1.
  73. Cfr. Alan D. Deyermond,Historia de la literatura española, vol. 1: La Edad Media, Barcelona, Ariel, 2001 (1ª ed. 1973), pp. 157-158. ISBN 84-344-8305-X
  74. Obra en la que se mezcla el verso y la prosa.
  75. Ramón Menéndez Pidal, Textos medievales españoles. Ediciones críticas y estudios. Madrid, Espasa-Calpe, 1976, págs. 192 y 193. ISBN 84-249-3455-5.
  76. Gómez Redondo (1999), pág. 1676.
  77. El alquerque, palabra de origen hispano-árabe («al-qírq», que a su vez tiene su origen en el árabe clásico «qirq») es un juego cercano al tres en raya pero más complejo, que tiene un tablero de diecisiete casillas con dos cuadrados inscritos con lados de tres casillas cada uno y nueve piezas por jugador.
  78. ArteHistoria.com, «Sancho IV». [Consulta: 23.03.2009].
  79. BiografíasyVidas.com, «María de Molina». [Consulta: 23.03.2009]
  80. Deyermond, pág. 189.
  81. Apud Deyermond, pág. 188.
  82. Deyermond, pág. 281.
  83. Deyermond, pág. 207.
  84. Educared.com, «Libro del tesoro», en wikillerato.com. [Consulta: 23.03.2009].
  85. Deyermond, pág. 187.
  86. Gómez Redondo (1998), pág. 939.
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  88. Deyermond, pág. 157.
  89. Fernández Ordóñez, pág. 1.
  90. Adeline Rucquoi y Hugo O. Bizzarri, «Los Espejos de Príncipes en Castilla : entre Oriente y Occidente», Cuadernos de Historia de España, v.79 n.1, Buenos Aires, ene./dic. 2005.
  91. Deyermond, pág. 181.
  92. Lacarra, págs. 108-110.
  93. Deyermond, págs. 283-284.
  94. Lacarra, pàgs. 57-76.
  95. ArteHistoria.com, «Castilla entre 1295 y 1350». [Consulta: 24.03.2009].
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  102. Educared.com, «Ordenamiento de Alcalá», en Wikillerato.com. [Consulta: 24.03.2009].
  103. Alvar Esquerra, pág. 13.
  104. Gómez Redondo (1999), pág. 1638.
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  106. «El autor del Zifar, personaje sin historia que escribe una novela, [...] fue, [...] la persona más apropiada para escribir la primera novela castellana». Cristina González, «Introducción» al Libro del caballero Zifar, Madrid, Cátedra, 1983. pág. 31. ISBN 84-376-0434-6.
  107. Alvar Esquerra, pág. 23.
  108. Inés Fernández-Ordóñez, El tema épico-legendario de Carlos Mainete y la transformación de la historiografía medieval hispánica entre los Siglos XIII y XIV, pág. 16.
  109. Gómez Redondo (1999), pág. 1640.
  110. Cristina González op. cit., pág. 47.
  111. Gómez Redondo (1999), pág. 1761.
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  115. Gómez Redondo (1999), pág. 1726.
  116. Gómez Redondo (1999), pág. 1180.
  117. Gómez Redondo (1999), pág. 1182.
  118. Gómez Redondo (1999), pág. 1111.
  119. 119,0 119,1 119,2 119,3 119,4 Gómez Redondo (1999), págs. 1187-1189.
  120. Enciclopedia GER, «Pedro I el Cruel». [Consulta: 27.03.2009].
  121. Deyermond, pág. 213.
  122. Miguel Ángel Pérez Priego, La égloga dramática, Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro, Sevilla, 2002. ISBN 84-472-0720-X.
  123. 123,0 123,1 123,2 Deyermond, pág. 276 y ss.
  124. 124,0 124,1 124,2 124,3 Gómez Redondo (1999), pág. 1845.
  125. Gómez Redondo (1999), pág. 1983.
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  127. ArteHistoria.com, «Enrique III el Doliente». [Consulta: 25.03.2009].
  128. 128,0 128,1 128,2 128,3 128,4 Gómez Redondo (1999), pág. 1247.
  129. «En cuanto a la fecha de realización de la obra, sabemos que los embajadores llegaron el 24 de marzo de 1406 a Alcalá de Henares, en donde estaba el Rey. Lo que se dice en el discurso de la Embajada implica que Enrique III gobierna el Reino; como murió el 25 de diciembre de ese mismo año, puede entenderse que la redacción de la obra se realizó entre ambas fechas del año de 1406.», Francisco López Estrada, «Introducción» a la edición de Ruy González de Clavijo, Embajada a Tamorlán, Madrid, Castalia (col. Clásicos Castalia, 242), 1999. ISBN 84-7039-831-8 pág. 35.
  130. Deyermond, pág. 276.
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  133. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Obras de Alfonso de Palencia. [Consulta: 04.04.2009].
  134. 134,0 134,1 Deyermond, pág. 277.
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